RESEÑAS
MARTÍN GÓMEZ, MARÍA (2021). Diario de una filósofa embarazada. Tecnos. 179 pp
MARTÍN GÓMEZ, MARÍA (2021). Diario de una filósofa embarazada. Tecnos. 179 pp
Cuadernos de Pensamiento, núm. 34, pp. 259-264, 2021
Fundación Universitaria Española
Martín Gómez María. 2021. España. Tecnos. 199pp.. 978-84-309-8141-0 |
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Publicación: 30 Diciembre 2021
(2021). Diario de una filósofa embarazada. Tecnos. 179 pp
María Martín Gómez, profesora en la Facultad de Filosofía de la Universidad de Salamanca nos ofrece con este título una obra marcadamente original sobre el embarazo. Situándose en la tradición de los filósofos que han escrito tratados dedicados a sus hijos, con consejos de sabiduría y prudencia para lograr una vida feliz, este libro se distingue a su vez radicalmente de ellos. La razón es que tales tratados “han sido escritos en su mayoría por ellos, por hombres que, si bien experimentaron la paternidad, no llevaron en sus entrañas a sus propios hijos durante nueve meses” (p. 13). Al contrario, la obra que nos presenta la autora es la de una filósofa que se dirige al hijo que tiene en sus entrañas, haciéndole partícipe del asombro que experimenta ante la novedad de la gestación y de sus reflexiones como mujer embarazada sobre la maravilla “de participar, día a día, en la creación de una vida” (p. 13). Porque, si la Filosofía nace del asombro ante algo que no se conoce, “no hay nada tan admirable para una mujer como los procesos que de repente vive su cuerpo desde el mismo momento en el que el óvulo es fecundado” (p. 17). De ahí el carácter eminentemente autobiográfico, más aún, vital, auténtico, del texto, que le confiere una frescura especial y una facilidad de lectura encomiable.
Es, pues, una obra escrita por una mujer. Y, específicamente, una mujer filósofa. Hay que notar bien este aspecto. Ella misma nos advierte de que, si toda mujer que se queda embarazada por primera vez busca por doquier bibliografía sobre el embarazo para comprender los cambios que experimente el propio cuerpo, “imagínense lo que le sucede a una filósofa” (p. 16), quien, por vocación y profesión, aspira constantemente a la sabiduría. Por ello, si bien la obra tiene un destinatario claro, “aquellas mujeres que estén embarazadas” (p. 15), sobre todo, las primerizas, cualquier lector podrá adentrarse en un periplo a través del pensamiento filosófico de autores muy distintos, y hacerse partícipe de la experiencia de la gestación a lo largo del prólogo y de los dieciséis capítulos que la constituyen.
Con reflexiones sobre lo incómodo de la “hiperémesis gravídica” (p. 18); lo inapropiado de “programar embarazos” (p. 33 y ss.); lo absurdo de solicitar baja laboral sin auténtica necesidad, puesto que el embarazo es “un estado, no una enfermedad” (p. 146); y la casi ‘especialización académica’ que requieren los padres novatos para comprar el mejor carrito de bebé (Cf. 73 y ss.), la obra nos ofrece, una profunda y amena mirada sobre el embarazo y la percepción social e intelectual ante el hecho de traer hijos al mundo.
Así, la autora critica posturas de pensamiento, como la del movimiento Birth Strike o el antinatalismo. El primero considera que traer hijos al mundo es actualmente “un acto de inmoralidad” (p. 42) contra nuestro planeta, porque incrementamos la superpoblación y, con ello, la contaminación ambiental. Compartiendo el interés por el cuidado del medio ambiente, sin embargo, piensa que renunciar a la natalidad no es la solución al problema. El problema, no es que nazcan nuevos niños, sino el comportamiento que tenemos los seres humanos respecto al medio ambiente. Por eso, la clave reside en tomar decisiones responsables. De hecho, para ella, “lo que está en riesgo con la contaminación y la superpoblación es nuestra propia especie, junto con la desaparición de otras muchas” (p. 45). Por ello, ve “incoherente querer salvaguardar nuestra especie yendo en contra de la reproducción de la especie” (p. 45). María Martín advierte también de que estos discursos son la antesala de “una distopía social donde la eutanasia selectiva puede cogernos desprevenidos” (p. 47) en los que podría plantearse el absurdo cínico de promover asesinatos en masa, o de ver con alegría terremotos que arrasan con vidas humanas porque queda garantizada la supervivencia de los que quedamos. Por ello, tampoco está de acuerdo con el antinatalismo de David Benatar, quien, en la misma línea, sostiene que “la existencia humana es tan dolorosa y angustiosa que resulta inmoral arrastrar nuevos seres a este mundo sufriente sin haberles consultado antes si así lo deseaban” (p. 52).
En sintonía con el filósofo coreano Byung-Chul Han, sostiene que hoy día no asistimos a la explotación de los trabajadores por parte de los patrones, como denunciaba el marxismo, sino que somos nosotros mismos los que nos autoexplotamos. “Entusiasmados por los logros y las promesas de un futuro ‘más prometedor’, nos volcamos tanto en el trabajo que nos exigimos superaciones hasta límites insospechados” (p. 90). Esta actitud también se relaciona con la necesidad de mostrar constantemente todos los triunfos que obtenemos en otras facetas de la vida en las redes sociales. Como indica la filósofa, “el neoliberalismo cada vez nos exige más: probar la comida peruana, saltar en paracaídas, aprender ruso, visitar Corea en ciclomotor, conocer la última banda ‘indie’ y asistir a un concierto suyo al menos una vez por año, etc.” (p. 91). En conexión con esto, la autora nos ofrece una reflexión muy sugerente al explicarnos que, durante el embarazo, tuvo que aprender a decir que no, a saber descansar. Confiesa que ella también vivía “en esta espiral de consumismo y autoaniquilación” (p. 91), porque “tenía que preservar seguir siendo alguien interesante para la sociedad” (p. 91). Al quedarse embarazada, descubrió, progresivamente, dos cosas. La primera, que una mujer no es madre solo cuando nace su hijo, “un hijo al nacer, te hace ontológicamente madre, pero una mujer embarazada es ya madre de algún modo” (p. 94), por eso, su nueva forma de ser, implicaba saber privarse de cosas y de actividades, para proteger a su hijo. Y la segunda, que “un bebé llega al mundo para demostrarnos que otro ritmo de vida es posible” (p. 94), lo que ha supuesto para ella aprender a disfrutar de su estado, descansando de todo lo que puede considerarse banal. Tal convencimiento no fue fácil para ella quien nos indica que: “tan habituada estaba al estrés, que no he sabido rehacer mi ocio. ¿Qué hacía yo cuando no estaba tan ocupada? Y el mero hecho de plantearme esta pregunta me confirma que nuestra sociedad no está haciendo las cosas bien” (p. 95).
Admirada y expectante por el crecimiento del niño, y por el hecho de que va a salir de su interior, considera que no es el tiempo “para cavilar sobre la crianza y la educación” (p. 102), pese a las tendencias habituales en nuestro tiempo de hacer filosofía líquida sobre la educación de los hijos, con consejos y eslóganes variopintos: “eduque usted en la afectividad y en la igualdad” (p. 110); “no le obligue a competir, pero enséñele que el esfuerzo y el trabajo duro tienen sus recompensas” (p. 111); o no diga “‘no grites’ sino ‘habla bajito’” (p. 111). Ante tal escenario, con cierto aire de humor, pensando en los juicios que todos solemos dirigir sobre la madre cuyo niño está llorando en la calle o en el supermercado, afirma: “no he sido todavía madre y ya me asusta bajar contigo al parque” (p. 111).
Otra interesante reflexión la encontramos a propósito de otro aspecto. Al quedarse embarazada, le habían dicho que, a partir de ahora, centraría su atención en esa nueva realidad, en esas otras mujeres que, como ella, también se hallaban en estado. Pero, decepcionada, aunque las buscaba, no ha encontrado a muchas. Reflexionando sobre este hecho, dio con las más recientes encuestas sobre población civil española. En nuestra querida España, “los menores de cuatro años constituyen el 4,39% del total de la población del país, ‘el mínimo de toda su historia’” (p. 135). Este envejecimiento de España le hizo comprender aquella soledad en la que se encontraba cuando su mirada indagaba la presencia de otras embarazadas, y no daba con ellas ni siquiera en calles muy transitadas. Ciertamente, lo ínfimo de los beneficios fiscales y lo escaso de los permisos de maternidad, y la precariedad de la situación laboral, y la ausencia de políticas de trabajo que faciliten la conciliación de la vida familiar y de la laboral, son aspectos externos que, a juicio de la autora, no ayudan a traer hijos al mundo. Sin embargo, confortada por el testimonio de su padre, quien recuerda aquello de que “un niño viene siempre con un pan debajo del brazo” (p. 137), piensa en la venida del niño como ocasión para dar una nueva orientación a la vida: “quizá el proverbio se refiera a que los padres primerizos sienten un impulso mayor a realizar nuevos proyectos: intentar mejorar en el trabajo, atreverse a cambiar de puesto, preocuparse por tener un hogar donde el niño esté más cómodo… […] A lo mejor el hijo es la excusa que necesitaba para hacer todo aquello que no me atrevía antes” (p. 137). Pero no solo la inestabilidad laboral es un factor que dificulta la opción por la maternidad. La autora señala otro, a mi modo de ver, más importante. Es lo que define como la “sociedad del júbilo” (p. 138) pues, muchos, “sabedores de que la paternidad es puro sacrificio, incompatible con su ritmo de vida hedonista, deciden no tener hijos para seguir disfrutando de su libertad” (p. 138). A este respecto, un día, observaba, en un paseo, la diferencia que existía entre las madres que veía con sus hijos y un grupo de chicas, sin hijos, sentadas en una terraza de la calle. Las primeras, atentas a sus hijos, vigilando que no se cayesen. Las segundas, despreocupadas, riendo, brindando y fumando un cigarro. La autora, reflexiona: “ahora mismo represento el medio aristotélico. La disyuntiva en el camino. El umbral al otro tipo de realidad. […] No soy la María que en tantas terrazas se sentó. Ya no pertenezco a esa categoría” (p. 140).
Al lector acostumbrado a abordar las cuestiones antropológicas desde la clave de la naturaleza humana, quizá le cueste familiarizarse con un planteamiento en el que parece que no se afirma explícitamente aquella. Pero para comprender esta obra hay que tener presente una clave hermenéutica importante: el recorrido autobiográfico refleja una transición de la comprensión del mundo de una mujer filósofa, en la que la maternidad es solo pensada y decidida, intuida, pero no vivida, a la de una mujer filósofa madre, en la que tras la experiencia de nueve meses de embarazo brota una nueva mirada, una nueva orientación en la vida y, por tanto, un pensamiento, una filosofía nueva. Así lo podemos derivar de estas palabras del penúltimo capítulo que dirige a su hijo Bruno:
La filosofía, mi disciplina, no me ayudó a entender todos los procesos de cambio que experimentó mi cuerpo durante la gestación de un ser humano. No pudo ayudarme porque la mayoría de los filósofos consagrados jamás vivieron esta experiencia. Ni siquiera habrían podido sospechar nunca la intensidad de esta vivencia. Pero cuando te vi, vi también claridad. […] Y entendí que contigo a mi lado no necesito la filosofía de otros. Como San Anselmo, entendí lo que no había entendido hasta ahora. Que vivir la vida era otra cosa. Que el primum vivere, deinde philosophari estaba lleno de razón. Que en ese momento un nuevo horizonte se abría ante mi vida (p. 166).
Precisamente, esa clave hermenéutica a la que aludíamos es la que hace entrever, a mi modo de ver, el principal potencial de la obra. Pues para los lectores, y en especial, para las lectoras, a las que el discurso antropológico sobre la naturaleza humana les resulta extraño y ajeno; y la maternidad, un obstáculo, sea por la aceptación de una postura intelectual intencionada o por el resultado teórico de su modo de vida, la obra de María Martín puede ser un excelente camino por el que aprender a descubrir la maternidad como reto y como oportunidad de replantear las bases de la propia existencia. Es un valiente desafío, en especial, para el mundo académico de nuestro tiempo.
Diario de una filósofa embarazada
Martín Gómez, María (2021). Diario de una filósofa embarazada. Tecnos. 179 pp