ESTUDIOS

Deconstruir el paradigma tecnocrático. Implicaciones antropológicas y claves educativas a partir del pensamiento del papa Francisco, Guardini y Heidegger

Deconstructing the technocratic paradigm. Anthropological implications and educational keys from the thought of pope Francis, Guardini and Heidegger

Alfonso Martínez-Carbonell López
Universidad Cardenal Herrera-CEU, CEU Universities, España

Deconstruir el paradigma tecnocrático. Implicaciones antropológicas y claves educativas a partir del pensamiento del papa Francisco, Guardini y Heidegger

Cuadernos de Pensamiento, núm. 35, pp. 105-138, 2022

Fundación Universitaria Española

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Recepción: 28 Julio 2022

Revisado: 03 Octubre 2022

Aprobación: 24 Octubre 2022

Publicación: 30 Diciembre 2022

Resumen: Transhumanismo, big data, robotización, digitalización, redes sociales, biotecnología son fenómenos que evidencian el inmenso poder de la técnica y su ambivalencia pues sirve para mejorar la calidad de vida de las personas pero puede volverse contra el propio hombre ocasionando problemas medioambientales, injusticias, explotación y desigualdad. Como causa de estos problemas el papa Francisco señala el “paradigma tecnocrático” un modo de pensar dominante que considera el progreso por el progreso como un fin en sí mismo y la clave de solución de los problemas sociales y despliega la técnica como herramienta de posesión y dominio considerando la naturaleza y al propio hombre como material de explotación. Este trabajo pretende conceptualizar dicho paradigma y resaltar su carácter dominante y absoluto; analizar su desarrollo en el magisterio pontificio hasta Francisco mostrando su continuidad; derivar sus implicaciones antropológicas en diálogo con autores como R. Guardini y M. Heidegger resaltando cómo modifica el valor de la persona, cómo reduce la razón a razón matemática cerrando el conocimiento a otros campos del saber, cómo sustituye los criterios éticos de bondad y justicia por los de utilidad y eficiencia y cómo rompe el equilibrio de las relaciones del hombre con Dios, consigo mismo, con los demás y con la naturaleza. Por último, apoyándose en autores personalistas ofrece unas claves educativas para cambiar de paradigma pues es necesario decodificarlo para enseñar al hombre de hoy a dominar el poder sobre la técnica y ponerlo al servicio de la persona y el bien común.

Palabras clave: técnica, paradigma tecnocrático, poder, progreso, papa Francisco, R. Guardini, M. Heidegger.

Abstract: Transhumanism, big data, robotization, digitalization, social networks, biotechnology are phenomena that demonstrate the immense power of technology and its ambivalence, since it both serves to improve people's quality of life and can turn against man himself, causing environmental problems, injustices, exploitation and inequality. As the cause of these problems, Pope Francis points to the "technocratic paradigm" a dominant way of thinking that considers progress for progress's sake as an end in itself and the key to solving social problems and deploys technology as a tool of possession and dominion considering nature and man himself as exploitation material. This work aims to conceptualize this paradigm and highlight its dominant and absolute character; analyze its development in the pontifical magisterium until Francisco showing its continuity; derive its anthropological implications in dialogue with authors such as R. Guardini and M. Heidegger, highlighting how it modifies the value of the person, how it reduces reason to mathematical reason, closing knowledge to other fields of knowledge, how it replaces the ethical criteria of goodness and justice for those of utility and efficiency and how it breaks the balance of man's relationships with God, with himself, with others and with nature. Finally, relying on personalist authors, it offers some educational keys to change the paradigm, since it is necessary to decode it to teach today's man to master the power of technology and put it at the service of the person and the common good.

Keywords: Technique, technocratic paradigm, power, progress, Pope Francis, R. Guardini, M. Heidegger.

1. Introducción

En 2015 el papa Francisco publicaba la encíclica Laudato Si’ sobre ecología. En ella describía los graves peligros medioambientales que llevan irremediablemente a la Humanidad a una encrucijada en la que debe decidir si seguir con los mismos planteamientos económicos basados en el crecimiento productivo indefinido y el correspondiente consumo o en cambiar de paradigma y promover globalmente cambios de estilos de vida que inicien una nueva época.

El papa analiza las causas de esta situación y considera que la principal se encuentra en un antropocentrismo desviado y en un modo de concebir la técnica y el progreso que denomina “paradigma tecnocrático” como un modo de pensar que considera el progreso por el progreso como un fin en sí mismo y la clave de solución de los problemas sociales, económicos y de desarrollo. A pesar de la gravedad de la situación medioambiental, Francisco considera que el hombre moderno puede sobreponerse a esta situación y propone algunas soluciones con especial énfasis en la educación para liberarse del encadenamiento al paradigma tecnocrático e iniciar un cambio de estilos de vida.

La cuestión a resolver en este trabajo consiste en derivar las implicaciones antropológicas del paradigma tecnocrático, a partir del magisterio pontificio y en diálogo con pensadores contemporáneos y desarrollar las claves educativas necesarias para decodificar dicho paradigma.

El paradigma tecnocrático ha sido analizado posteriormente a la encíclica de Francisco por autores que han tratado, sobre todo, sus implicaciones sociales en campos como el medio ambiente, la economía, la biotecnología, los medios de comunicación, la política y el desarrollo, pero falta un análisis sistemático y profundo de los cambios producidos en el mismo hombre. Se hace necesario, además, exponer los retos educativos y culturales que este cambio de paradigma supone y preguntarnos si ante la encrucijada en la que nos encontramos cabe una solución optimista o si, irremediablemente, estamos abocados al fracaso y esta forma de pensar y actuar se ha instalado definitivamente como cliché cultural irreemplazable.

De esta forma los objetivos de este artículo son exponer el concepto de paradigma tecnocrático en el magisterio de Francisco y en el magisterio anterior evidenciando una línea de continuidad. En segundo lugar, exponer sus implicaciones antropológicas, desde el cambio del concepto de hombre y su valor, pasando por los cambios en su modo de entender la realidad y de ver el mundo, la modificación de los principios éticos que guían su comportamiento, hasta el modo de relacionarse con Dios, consigo mismo, con los demás y con la naturaleza. Para, en tercer lugar, proponer las líneas maestras educativas para transformar al hombre como paso previo para los cambios sociales y económicos. Estos tres objetivos marcan la estructura a seguir en la exposición de esta investigación.

2. Metodología

La metodología seguida para la realización de este trabajo ha consistido, en primer lugar, en descubrir el sentido del paradigma tecnocrático en el magisterio de Francisco, que lo entiende como la principal causa de los peligros medioambientales y captar su inexorable contenido antropológico. La primera fuente utilizada ha sido pues, la encíclica Laudato Si’ en donde descubrimos la influencia de Romano Guardini en el pensamiento de Francisco (Borghesi, 2017, pp. 117-154) y la necesidad de acudir a la obra guardiniana, como fuente influyente en su pensamiento. En segundo lugar, nos hemos planteado si el término o la idea que hay detrás del término “paradigma tecnocrático” ha sido tratado y en qué sentido por otros pontífices anteriores, poniendo el foco siempre en las implicaciones antropológicas y no tanto en las consecuencias sociales del mismo. Para ello se ha analizado la cuestión en otras fuentes magisteriales desde la Gaudium et Spes del Concilio Vaticano II hasta la actualidad.

Una vez analizados los textos magisteriales y evidenciando la continuidad entre los distintos pronunciamientos pontificios hemos entresacado las principales implicaciones antropológicas que son el objeto específico de este trabajo. Y lo hemos hecho confrontando el pensamiento pontificio con el de Romano Guardini y Martin Heidegger que, proviniendo de ámbitos filosóficos muy distintos, coinciden, sin embargo, en sus respuestas a la pregunta sobre la técnica. También tenemos en cuenta estudios de autores más actuales que han analizado el paradigma tecnocrático y que, si bien se centran en las implicaciones sociales del mismo, exponen también algunas antropológicas que constituyen nuestro objeto de estudio.

A partir de esta variedad de fuentes tanto magisteriales como científicas y filosóficas estamos en situación de entresacar de las mismas las claves educativas y pedagógicas que, lejos de ofrecer una visión pesimista, coinciden en que un cambio de paradigma es posible. A continuación, se exponen los resultados de esta investigación.

3. Concepto de paradigma tecnocrático

El papa Francisco considera el paradigma tecnocrático, “un modo de entender la vida y la acción humana que se ha desviado y que contradice la realidad hasta dañarla” y que consiste en pensar “que todo incremento del poder constituye sin más un progreso, un aumento de seguridad, de utilidad, de bienestar, de energía vital, de plenitud de los valores” (Francisco, 2015, n. 101). Y prosigue: es la forma en la que el hombre ha asumido la tecnología y su uso, aplicando el método científico y desplegándola como herramienta de “posesión, dominio y transformación” que considera lo informe como totalmente disponible para ser explotado (Francisco, 2015, n. 106).

Otros autores señalan, que se trata de “la ideología que sostiene que el poder de la tecnociencia, aplicado a la vida económica y social, conduce al progreso y al estadio final de la evolución humana” (Bellver, 2017, pp. 149-150) y supone que la humanidad ha desarrollado un poder tecnocientífico inconmensurable y se convence que eso le permitirá su completa emancipación (Bellver, 2017). Es el modelo cultural dominante en el que la tecnología y la ciencia se empoderan de las sociedades imponiendo su orientación y organización y “determinando el camino que deben seguir y despojando de hecho al ser humano de su autonomía y libertad” (Remolina, 2020, pp. 11-12). El paradigma tecnocrático es el egoísmo y la autorreferencialidad de la técnica cuando deja de cumplir su función facilitadora del trabajo del hombre para convertirse en principio de dominio (Gomes, 2021, p. 182). Deja de ser medio para convertirse, en fin.

A partir de estas definiciones podemos entresacar tres características fundamentales del paradigma tecnocrático. En primer lugar, es esencialmente, una forma de pensar, una ideología, un modo de entender la vida que se ha instalado en la cultura contemporánea y en la mentalidad de la mayor parte de la humanidad. Este modelo de pensar es universalmente compartido. La palabra que escoge el papa es “paradigma”, que proviene del griego paradeigma utilizada por Aristóteles en la Retórica para designar a aquellas creencias o principios que son compartidos por ambos bandos dialécticos y no necesitan ser declarados (Hacking, 2012, p. xvii). Es un modelo universalmente compartido, algo que se da por descontado que es así y que no entra en disputa, pues todos o casi todos lo admitimos. Llevado al ámbito científico significaría que los logros de la ciencia y de la técnica proporcionan un modelo para solucionar diversos problemas y es comúnmente aceptado por la comunidad (Khun, 1962). Una segunda característica, es que el objeto de ese paradigma es la técnica o, más bien, el poder tecnológico. Lo que se considera como comúnmente compartido es el poder inconmensurable de la tecnociencia y del método científico para solucionar los problemas y no los principios éticos, ni los valores morales. En tercer lugar, este paradigma se caracteriza por su contraste entre lo que promete y el coste que supone. Promete el progreso sin límite, llegar al estado máximo de la evolución humana, al nivel más alto de bienestar, a la seguridad absoluta y a la máxima eficacia y utilidad hasta lograr la total emancipación del hombre. Pero ¿cuál es el coste? El coste es el propio hombre y la naturaleza. Este poder tecnocrático, es dañino, no se ajusta a la verdad sobre el hombre y hace de la técnica una herramienta posesiva, dominadora, que se sustrae a su control. Es explotador, pues ve la naturaleza como mero material disponible para ser dominado. El resultado final es que aquellas promesas no se alcanzan y el hombre se despersonaliza, despojado de su autonomía y libertad.

Así pues, el paradigma tecnocrático además de modificar las relaciones sociales y humanas y el modo de estar del hombre en el mundo supone también una modificación del concepto y sentido del ser humano que se concibe como posibilidad de maximización, entendida ésta no como “ser más”, sino como “poder más”, cuya realización depende de un agente exterior, ajeno a él, la técnica, a la que se somete, pues piensa que le llevará a la máxima plenitud de su ser. En esta línea se desarrolla en la cultura contemporánea el transhumanismo al que Benedicto XVI considera “la amenaza más significativa planteada por la biotecnología contemporánea, que estriba en la posibilidad de que altere la naturaleza humana y, por consiguiente, nos conduzca a un estadio poshumano de la historia” (Benedicto XVI, 2011).

4. La relación hombre técnica en el magisterio de la iglesia desde el Concilio Vaticano II

Aunque el término “paradigma tecnocrático” es específico de Francisco ha sido tratado por los papas anteriores bajo denominaciones distintas: “explosión tecnológica”, “neopositivismo”, “absolutismo tecnocrático”. Analizamos ahora el desarrollo sobre este tema del magisterio social de la Iglesia desde la Gaudium et Spes del Concilio Vaticano II hasta nuestros días.

4.1. Gaudium et Spes (1965): El diagnóstico

La Constitución apostólica del Concilio Vaticano II, Gaudium et Spes, considera la técnica como un signo de los tiempos, caracterizados por cambios profundos y acelerados que provocan una verdadera metamorfosis cultural y social. Cambios producidos por la acción del hombre (la “explosión tecnológica”, el “dominio de la técnica”, la “revolución científica”) y que, a la vez, recaen s

La Constitución apostólica del Concilio Vaticano II, Gaudium et Spes, considera la técnica como un signo de los tiempos, caracterizados por cambios profundos y acelerados que provocan una verdadera metamorfosis cultural y social. Cambios producidos por la acción del hombre (la “explosión tecnológica”, el “dominio de la técnica”, la “revolución científica”) y que, a la vez, recaen sobre él (Concilio Vaticano II, 1965, nn. 4-5).

Estos cambios afectan al hombre moderno. Por un lado, aumenta su poder y, por otro, siente su incapacidad para someterlo y controlarlo. Su gran capacidad tecnológica aumenta sus riquezas, le ofrece más posibilidades y poderío económico, pero contrasta con su gran incapacidad ética para dominarlo. Una explosión técnica, por un lado, y una implosión ética por otro.

Esta capacidad de poder descontrolado produce en el ser humano tres tensiones interiores. En primer lugar, tensión intelectual pues afecta a su modo de conocer. Hay una tensión desequilibrante entre la inteligencia práctica moderna y el conocimiento teórico que no llega a ordenar y sintetizar satisfactoriamente la suma de conocimientos (Concilio Vaticano II, 1965, nn. 5-8). En segundo lugar, tensión moral, entre el afán por la eficacia práctica y las exigencias de la conciencia moral (Concilio Vaticano II, 1965, n. 10). Y, por último, la tensión entre tradición y modernidad que le hace concebir el progreso como todopoderoso y le exige a cambio el desistimiento de los valores religiosos.

Para el Concilio, esta situación pone al hombre moderno en la encrucijada. Sabe muy bien que está en su mano el dirigir correctamente las fuerzas que él ha desencadenado y que pueden aplastarle o servirle. Pero hay una llamada a la esperanza pues considera que en medio de esta encrucijada el hombre puede lograr un desarrollo digno y aspirar a una vida plena poniendo a su servicio sus inmensas posibilidades (Concilio Vaticano II, 1965, n. 10).

4.2. Pablo VI (1963-1978): Un nuevo positivismo

Lo que hoy conocemos por paradigma tecnocrático, el papa Montini, lo denominaba “un nuevo positivismo” (Pablo VI, 1971, n. 41). Se refería a la mentalidad moderna que confía en el poder omnipresente del progreso para remediar los problemas sociales y humanos, que considera la técnica como forma dominante de la acción humana e invasora de todos los ámbitos de la vida. La técnica se ha convertido en un lenguaje e impide que la cuestión de su sentido se plantee realmente (Pablo VI, 1971, n. 29).

En Populorum Progressio afirma que el desarrollo no es sólo una cuestión técnica sino, ante todo, una cuestión humana. Profetiza que la tecnocracia producirá mayores males que el liberalismo pues terminará volviéndose contra el propio hombre (Pablo VI, 1967, n. 34). Pero, a su vez, no desprecia la técnica. Aboga por compartir el conocimiento técnico y hacerlo accesible a todos, pues por encima de la técnica deben estar las convicciones interiores de la persona que la mueven al bien de los demás (Pablo VI, 1967, n. 73).

En Octogesima Adveniens, reconoce que la concepción económica detrás del desarrollo industrial se fundamenta en la tecnología carente de orientación pues no atiende a la asignación de recursos para todos (Pablo VI, 1971, n. 9) y describe los graves peligros de este nuevo positivismo. El primero es de tipo especulativo pues amenaza al ser humano a encerrarse en su propia racionalidad. El segundo, antropológico, pues convierte al ser humano en objeto de la ciencia experimental y le hace susceptible de manipulaciones que orienten sus deseos y modifiquen su sistema de valores (Pablo VI, 1971, n. 39). Y, el tercero es que la humanidad quede desbordada por estos desarrollos tecnológicos y el hombre no sea capaz de dominar su poder a tiempo ni con eficacia.

4.3 Juan Pablo II: Una técnica al servicio del hombre

Juan Pablo II parte de una concepción instrumental de la técnica, como una aliada, en cuanto que es creada e ideada por el propio hombre para asistirle en su trabajo, facilitarlo, perfeccionarlo, multiplicarlo y aumentar su calidad. Por tanto, la técnica está por debajo del hombre y a su servicio (Juan Pablo II, 1981, n.5). Pero, avisa del peligro de que la técnica pase de aliada a adversaria y se oponga al hombre, le suplante, le reste satisfacción, estímulo y creatividad y vaya en detrimento de su realización hasta esclavizarlo (Juan Pablo II, 1981, n.5).

En Sollecitudo Rei Socialis afirma que el desarrollo no es un proceso rectilíneo, como si del progreso tecnológico y científico se deriven irremediablemente grandes beneficios para la humanidad, su felicidad y su liberación. Es ingenuo pensar que un desarrollo mecanicista logre esas consecuencias (Juan Pablo II, 1987, nn. 27-28). A este ingenuo optimismo mecanicista le ha sustituido la inquietud por el destino de la humanidad. La experiencia nos dice que si todos los recursos disponibles gracias al crecimiento económico y al desarrollo científico y técnico no son regidos y finalizados por un objetivo ético a la búsqueda del bien para el ser humano se vuelve claramente contra él para oprimirlo (Juan Pablo II, n. 27).

Por último, en Centessimus Annus, Juan Pablo II denuncia el abuso en el uso de la tecnología. En primer lugar, porque la ciencia y la tecnología están siendo utilizadas para hacer armas cada vez más imponentes lo que supone un uso inadecuado que se vuelve contra el propio hombre (Juan Pablo II, 1991, n. 18). En segundo lugar, porque la propiedad del conocimiento impide que los avances tecnológicos beneficiosos lleguen a todos. Y, por último, porque la tecnología no soluciona por sí misma los graves problemas sociales. La pobreza, a pesar de los avances tecnológicos, amenaza con alcanzar formas gigantescas (Juan Pablo II, 1991, n. 57).

4.4. Benedicto XVI: Los límites de la racionalidad científica

Como teólogo, Joseph Ratzinger trató en sus escritos el problema de la técnica. Para él, el poder tecnológico cambia la concepción del ser humano pues lo considera como un producto al posibilitar que los hombres produzcan otros hombres. El hombre ha llegado a las fuentes más profundas del poder y se hace más necesario que nunca el control de ese poder (Ratzinger, 2005, p. 88). Segundo. El progreso se ha convertido en la gran promesa del ser humano y se presenta como la única instancia que le da sentido (Ratzinger, 2007, pp. 50-51). La modernidad ha reducido la razón a racionalidad matemática y, a la vez, la ha absolutizado de modo que el ser humano es visto únicamente en su dimensión material y biológica (Ratzinger, 2005, p. 52). Tercero. El progreso tecnológico ha trastocado también la relación del hombre con la naturaleza que es vista únicamente en clave de transformación (Ratzinger, 2005, p. 61).

Como Sumo Pontífice trata la cuestión en el capítulo VI de la encíclica Caritas in Veritate. Considera que la técnica tiene un sentido ambivalente. Un sentido positivo a defender (Benedicto XVI, 2009, n.14) pues la técnica es un hecho humano que procede de la libertad humana que persigue dominar la tierra según el mandato divino y expresar el dominio del espíritu sobre la materia. De modo que la técnica no es sólo técnica, sino que refleja quién es el hombre (Benedicto XVI, 2009, n. 69). Y un sentido negativo, cuando la técnica se desorienta del bien del hombre, se sale de su control, se convierte en un fin en sí misma y se vuelve contra el propio hombre hasta esclavizarlo.

Ante esta ambivalencia hay que evitar dos peligros: el primero, no conceder valor a la técnica y pretender volver al estado de naturaleza; el segundo, darle todo el valor a la técnica y absolutizarla como la única instancia capaz de procurar el progreso (absolutismo tecnocrático) comprometiendo los conceptos de verdad y de libertad humana. Así, la técnica se hace omnipresente en todos los ámbitos humanos e impone su ideal tecnocrático (Benedicto XVI, 2009, nn. 72-76).

Ante estos peligros, la respuesta coherente consiste en fortalecer el aprecio por la libertad que requiere que el hombre entre dentro de sí mismo y viva desde sí mismo (Benedicto XVI, 2009, n. 68) y de esta forma controle, oriente y domine el poder sobre la técnica.

4.5. Francisco: El paradigma tecnocrático un problema de poder

La tecnología ha dado tanto poder al ser humano como nunca en la historia (Francisco, 2015, n. 104). Francisco se pregunta: ¿Está la humanidad preparada para asumir tanto poder? Siguiendo a Guardini, responde que no y que el nivel de desarrollo tecnológico no se corresponde con el mismo nivel de desarrollo moral, de responsabilidad y de valores humanos. El desarrollo tecnológico está desbocado e incontrolado siguiendo sus propias leyes sin que ni la Política ni el Derecho puedan encauzarlo debido a la globalización del paradigma tecnocrático como visión dominante (Remolinas, 2020, p. 17).

Al igual que los pontífices anteriores, Francisco considera que la técnica no es neutra debido a su gran poder, por considerarse la única instancia posible de concebir la realidad, por condicionar fuertemente los estilos de vida de las personas, por su carácter dominador y por rechazar toda posibilidad de concepción alternativa (Francisco, 2015, n. 106). El influjo de esta concepción unidimensional alcanza a todos los ámbitos de la existencia (Francisco, 2015, n. 109).

La respuesta a este paradigma debe ser integral incluyendo medidas en el ámbito político, económico, educativo y en los estilos de vida y paliar así este antropocentrismo moderno que se ha desviado. Para Francisco hay espacio para la esperanza, pues el hombre contemporáneo puede sobreponerse, regenerarse y optar por el bien e iniciar un nuevo comienzo (Francisco, 2015, n. 205-206).

5. Implicaciones antropológicas del paradigma tecnocrático en diálogo con la filosofía de Romano Guardini y Martin Heidegger

El magisterio de la Iglesia nos descubre cuatro grandes cuestiones antropológicas. La técnica afecta a la esencia y al ser personal del hombre (no es neutral, por tanto). La técnica modifica el modo de conocer en cuanto que reduce el conocimiento a lo científico y experimental. La técnica transforma los valores éticos que guían el comportamiento humano buscando lo útil y eficiente más que lo bueno y lo justo. Y, por último, la técnica cambia nuestro modo de relacionarnos con Dios, con la naturaleza, con nosotros mismos y con los demás.

Nuestro propósito es desarrollar estas cuestiones en diálogo con la filosofía de Romano Guardini y de Martin Heidegger. El primero, proveniente de la filosofía personalista, y referente para el magisterio de Pablo VI, Benedicto XVI y Francisco. Y, el segundo, filósofo existencialista, proveniente de otro ámbito filosófico pero concordante con Guardini en la respuesta a la pregunta sobre la técnica.

5.1. El concepto de técnica para Guardini y Heidegger

Antes de analizar las cuestiones antropológicas directamente, conviene considerar qué es la técnica para estos autores. Guardini (1981, p. 64), en El ocaso de la edad moderna define la técnica como el conjunto de procedimientos originados por el conocimiento científico por los que el hombre señala sus metas a discreción. En otra de sus obras, El poder. Una interpretación teológica, la considera como el conjunto de posibilidades proporcionadas por la ciencia que dan a la existencia un carácter nuevo: el poder y el dominio (Guardini, 1981, p. 201).

De estas definiciones hacemos las siguientes consideraciones: en primer lugar, el origen de la técnica es el conocimiento científico; su punto de partida es la ciencia experimental. Un tipo de conocimiento que no busca sólo descubrir la realidad sino cambiarla y modificarla. En segundo lugar, el autor de la técnica es el hombre mismo. En tercer lugar, esencialmente, la técnica son procedimientos, posibilidades y podríamos añadir, estructuras, instrumentos, procesos, estrategias ideadas por el hombre. Parece que Guardini parte de una concepción instrumental de la técnica como conjunto de medios por los que el hombre busca un determinado fin. Pero no se reduce sólo a instrumentos materiales, máquinas, tecnologías sino a todo el amplio campo de los procesos y procedimientos y posibilidades. Por eso la técnica, tiene un amplio abanico de horizontes y afecta a tantos ámbitos como la economía, la política, la bioética, los medios de comunicación, el desarrollo y el medio ambiente. Por último, para Guardini lo que caracteriza a la técnica, especialmente a la técnica moderna, son sus fines. Lo decisivo de la técnica es buscar el dominio y el poder, ensalzar la autonomía del hombre en la búsqueda de sus deseos ilimitados predeterminados a discreción, sin sujeción a ninguna referencia ética. El peligro de la técnica está en su poder y esto es, para Guardini, lo específico de la edad moderna: el uso del conocimiento científico y técnico para adueñarse del mundo y apoderarse de él (Guardini, 1981, pp. 167–169). Y esta voluntad de la técnica de disponer, dominar y empoderarse es lo que le une a la concepción de Heidegger que exponemos a continuación.

Heidegger, por su parte, considera que una concepción instrumental de la técnica no responde integralmente a la pregunta sobre qué es la técnica. La técnica es algo más que un conjunto de medios dispuestos por el hombre para conseguir un fin. Esta concepción instrumental llevaría a considerar la técnica como neutra y nos cegaría para contemplar su esencia que no está en el hacer sino en el desocultar. La técnica es, ante todo, un desocultar, una llamada al ser, una poiesis, un hacer aparecer lo presente. Todo producir es un proceso que va del velamiento (lo oculto) al desvelamiento (la verdad). La técnica, por tanto, no es solamente un medio sino un modo de desocultar y tiene que ver con la verdad. Por eso, es tan decisivo e importante tomarnos en serio la técnica (Heidegger, 1997, p. 121). Pero Heidegger va más allá. Este desocultar propio de la técnica moderna no se queda sólo en desvelar, sino que pretende provocar, dominar, poner a disposición. Es decir, este desocultar no es sólo poiesis, producción, sino que es provocación de la naturaleza para extraer energías que sean manipuladas y acumuladas (Heidegger, 1997, p. 123). El desocultar de la técnica moderna es provocar, ejercer su poder sobre la naturaleza. Y aquí es donde radica su gran peligro.

5.2. La técnica y el paradigma tecnocrático afectan a la concepción misma del hombre

Hemos visto que los cambios tecnológicos producidos por el hombre afectan al hombre mismo, otorgándole un poder ilimitado que, sin embargo, le ocasiona profundas turbaciones en su espíritu, porque no es capaz de dominarlo. De esta forma la técnica puede convertirse en adversaria del hombre e incluso convertirlo en un producto. Se ha perturbado y desvalorizado la concepción misma del ser humano que asume el rol de dominador suplantando a Dios (Francisco, 2015, nn. 115-122).

El hombre ha cambiado la visión de sí mismo debido al aumento del poder que la técnica le ha proporcionado porque en su afán por dominar, el hombre es capaz de desencadenar fuerzas y energías que obedecen a su voluntad y realizan los fines señalados por él, pero alcanzan una autonomía peculiar que le hace perder su control y ser dominado por ellos. De esta forma, el hombre no participa directamente en los procesos que él mismo desencadena y deja que sigan autónomamente según un proceso lógico sobre el que no ejerce ninguna responsabilidad quedando sometido al sistema que él mismo ha creado. (Guardini, 1981, 202-204).

De este modo, el hombre moderno se llega a considerar “masa” en cuanto estructura vinculada a la técnica y a la planificación que somete al hombre a las leyes de la producción en serie. Pierde su ansia de libertad y de realización y se encuentra aceptando objetos y formas de vida tal como le son impuestos por la planificación y actúa creyendo que esto es lo más racional. No tiene deseos de vivir partiendo de su propia iniciativa. Lo evidente para él es la inserción en la organización y obedecer el programa que le viene marcado quitándole su personalidad (Guardini, 1981, 77). Se desvanece así el sentimiento del ser personal, y el hombre se considera a sí mismo y a los demás como objeto. (Guardini, 1981, 79). Se despersonaliza, dando lugar al “hombre no humano”, en el que no hay coincidencia entre conocimiento y acción y en donde deja de estar presente en cada cosa (Guardini, 1981, p. 203).

Igualmente, para Heidegger (1997, p. 136), la técnica afecta profundamente al ser mismo del hombre. Si la técnica es desocultar y el desocultar es, además, provocar y dominar cabe el peligro de que este afán provocativo de la técnica se dirija también al hombre que es a la vez, autor y objeto de la técnica y, por tanto, provocador y provocado. De esta forma, es el hombre mismo quien se ve afectado pues no es visto sólo como el “desocultado” sino que es considerado también como “material dispuesto”, “constante” y disponible, como un engranaje dentro del sistema (Heidegger, 1997, 137) y, por tanto, como alguien susceptible para ser manipulado y explotado.

5.3. Los cambios en el modo de conocer del hombre producidos por la técnica y el paradigma tecnocrático

Guardini (1981, pp. 53-59) considera que el factor que inicia la edad moderna es la ciencia experimental y, a su vez, es su rasgo más característico. Es un modo de conocer vinculado al experimento y al método científico. La ciencia se separa de la unidad de vida, se encierra en sí misma y se considera autónoma. Cada ciencia es autónoma de las demás, desconectadas entre sí perdiéndose la unidad del saber. Además, este conocimiento científico intenta adueñarse del mundo a través de la técnica (Guardini, 1981, 167-169).

Para Heidegger, la técnica tiene que ver con la verdad dado que es un desocultar, un paso del velamiento de lo oculto al desvelamiento de la verdad. Por eso la técnica, pertenece a la poiesis, en cuanto producción, pero también a la epistemé, en cuanto que es una forma de conocer, de desocultar (Heidegger, 1997, p. 121). Pero recordemos que para Heidegger este desocultar tiene un afán provocativo. La ciencia moderna ha modificado el modo de desvelar de la técnica. Ya no es puro desvelar sino provocar (Heidegger, 1997, p. 127). No busca conocer la verdad de las cosas, la naturaleza, el entorno como desvelamiento de sí mismos sino explotarlos. Esto se ve en la consideración de la física moderna en la que el experimento ya no busca conocer cómo se desvela la naturaleza, sino cómo se comporta provocada y dispuesta de una determinada manera (Heidegger, 1997, p. 131). De este modo la técnica moderna afecta al modo de conocer y, por tanto, afecta a la verdad. Ésta no se busca en sí misma como un desvelamiento, sino que la realidad y el entorno son vistos como material disponible. De esta forma queda velada y oculta la verdad de la cosa, pues lo único que nos interesa es provocarla (Heidegger, p.138).

5.4. Implicaciones éticas del paradigma tecnocrático

El paradigma tecnocrático plantea los siguientes retos de carácter ético. Primero, preparar al hombre moderno para dominar el poder técnico dotándole de un desarrollo ético y moral adecuado. Segundo, modificar los principios morales vigentes que guían la acción del hombre y vencer la absolutización dominante en la que el criterio ético por excelencia es la eficacia. Tercero, liberar al hombre de la esclavitud y del dominio de la técnica sobre él, preparando su libertad para que el hombre actúe desde sí mismo.

El hombre moderno está convencido que todo aumento del poder supone, sin más, un progreso. Pero la realidad muestra que el aumento del poder tecnológico no se corresponde con un crecimiento igual del sentido moral. “El hombre moderno no está preparado para ejercer dicho poder” (Guardini, 1981, p.94). Y esto le hace vivir en un riesgo permanente. El riesgo será la característica esencial de la vida y el problema central de la cultura futura. A partir de ahora y para siempre el hombre vivirá al borde del abismo, en un continuo riesgo que afectará a la totalidad de su existencia.

Además, como no hay consenso ético, el poder campa a sus anchas. Las normas éticas pierden su evidencia inmediata y, por tanto, su influjo moderador sobre el poder se hace menor. Las raíces éticas desaparecen y son sustituidas por estructuras mecánico-formales propias de una organización que someten al hombre. Al desaparecer los vínculos morales el hombre se entrega al poder y abusa de él. Pero esto se atenuaría si el sentimiento moral y la consideración personal del valor de la dignidad humana no se hubieran abandonado. El hombre, dominado por el sistema, persiste en el deseo de seguir dominado porque así se abstiene de la responsabilidad y del esfuerzo (Guardini, 1981, pp. 210-211).

El reto para la libertad del hombre es utilizar el poder para bien o para mal y dadas las energías naturales que la ciencia y la técnica han puesto a disposición del hombre este reto se convierte en un riesgo (Guardini, 1981, pp.100-101). Para ello es necesario educar la libertad del hombre en línea con la distinción zubiriana. Primero, “libertad de”, dirigida a ser dueño de sí y dominar las potencias inferiores para a continuación ejercer la “libertad para” hasta alcanzar la plenitud humana y la realización de sí mismo (Zubiri, 1992, 87-93).

5.5. Modificación en las relaciones del hombre

El paradigma tecnocrático cambia el modo en que el hombre se relaciona con Dios, consigo mismo, con los demás y con la naturaleza.

5.5.1. Las relaciones con Dios

El paradigma tecnocrático modifica las relaciones del hombre con Dios y su concepción de la religión. En su base hay un antropocentrismo desviado, una concepción del hombre que se ha torcido porque se considera a sí mismo como centro autorreferencial y autónomo de la divinidad. Esta visión tecnocrática es hija de la modernidad que postula la autonomía del hombre respecto a Dios, de la ciencia y la razón respecto a la fe, y del progreso respecto a la tradición y la revelación. El hombre se considera a sí mismo como creador, divinizado por su poder y por las promesas de maximización de sus posibilidades. Pero, además, este absolutismo de la técnica incapacita al hombre para percibir aquello que no se explica con la pura materia y, por tanto, le dificulta practicar su dimensión religiosa. El hombre, encerrado en su racionalidad matemática y científica le cuesta abrirse a lo trascendente (Benedicto XVI, 2009, nn.77).

Para Guardini (1981, 62-65), la edad moderna comienza con una promesa que hoy se evidencia incumplida. La promesa de la autonomía del hombre, desvinculado de la tradición, de la revelación y de Dios, pone toda su confianza en el conocimiento experimental y en el poder de la técnica. El hombre pasa de ser adorador a adorarse a sí mismo. Considera que esta visión tecnocrática propia de la modernidad produce tres importantes consecuencias en la religiosidad y en la relación del hombre con Dios: la secularización de la existencia, un nuevo paganismo y un cambio en el modo de vivir la religión.

En primer lugar, secularización. Para Guardini (1981, pp.53-59), la edad moderna con su cientificismo y su poder técnico supera la visión religiosa característica de la edad media. En la edad media la religión permeaba todos los ámbitos de la vida personal y social. En la edad moderna, cada esfera: la economía, el comercio, la política, la cultura, el arte, dejan de ser “tocados” por lo religioso y se independizan y desconectan unas de otras (Guardini, 1981, pp.105). La religión deja de tocar la vida ordinaria de las personas (Guardini, 1981, p.108). La consecuencia de arrinconar lo religioso es que el mundo se descentra, se desorganiza y se desordena y aparece la violencia como fuerza coactiva del estado para restablecer ese orden. Y se pregunta: ¿es posible una vida así? (Guardini, 1981, p.109). Se produce lo que Guardini denomina el fraude de la modernidad que por un lado rechaza la revelación cristiana, pero por otro adopta los valores engendrados por ella como son la dignidad humana, la libertad y la responsabilidad, pero los deja sin fundamento y sin raíces (Guardini, 1981, p. 110-112).

En segundo lugar, la visión tecnocrática moderna da lugar a un nuevo paganismo distinto al primero, como signo distintivo de la religiosidad contemporánea (Guardini, 1981, p.113). El mundo se basta a sí mismo, no es visto como don de Dios y, por tanto, Dios es un elemento patógeno. Toda relación con Dios se desecha. La tecnificación de la existencia reduce lo religioso a lo meramente interior o subjetivo (Guardini, 1981, p.126) hasta hacer desaparecer todo sentido religioso (Guardini, 1981, p. 211). El mundo ya no tiene resonancia religiosa y se considera como profano, como un conjunto de cosas, fuerzas, procesos susceptibles de ser captados científicamente y dominados por la técnica (Guardini, 1981, p. 213).

Por último, será necesario una nueva forma de vivir la religión (especialmente el cristianismo). Esta separación entre mundo y Dios ha afectado también a la vivencia del cristianismo. Unos han caído en lo que Guardini denomina, “la secularización del cristianismo”. Consiste en abandonar el sentido religioso y sobrenatural por una visión inmanentista de la existencia sustituyendo palabras como redención por progreso, gracia por experiencia personal o vida eterna por bienestar (Guardini, 1981, p. 130). Otros cristianos, erróneamente, consideran que si el mundo se ha apartado de Dios nosotros deberíamos alejarnos del mundo. Pero esta no es la respuesta adecuada. El cristiano tiene que acercarse al mundo y hacerlo su tarea. No debe abandonar al mundo a sí mismo pues ni de la ciencia ni de la técnica brotan las fuerzas capaces de ordenar su propio poder. Sólo el hombre ligado a Dios de modo vivo tiene posibilidades salvadoras de modo que la fe se convierte así, en estos momentos, en un factor histórico decisivo (Guardini, 1981, p.132).

5.5.2. Las relaciones personales

Si el paradigma tecnocrático modifica la concepción que el hombre tiene de sí mismo, modifica irremediablemente las relaciones personales tanto con el otro como con uno mismo. La visión tecnocrática predominante parte de la técnica entendida como dominio de la naturaleza de la que el hombre forma parte y, por tanto, también es, dominio sobre el hombre. Al estar basado en un antropocentrismo desviado en el que el hombre es reducido a “res extensa”, predominando una visión materialista del mismo y negando su valor peculiar entre los demás seres, deriva en la cosificación de la persona y su consideración como producto (Benedicto XVI, 2009, n. 74).

Pese a sus promesas, el progreso tecnológico no ha servido para solucionar las desigualdades y no ha distribuido los recursos porque no se ha puesto al servicio del hombre que ya no es considerado como un don y se desconoce su valor (Francisco, 2015, n. 115). El reduccionismo de la razón a su dimensión científico-técnica le impide al hombre abrirse a la realidad en la que participan los demás hombres y esta falta de apertura le encierra en sí mismo y le aísla, provocando una conducta individualista, que se manifiesta en desinterés por el otro, descartarlo e incluso explotarlo.

Para Guardini (1981, p.79), la edad moderna ha cambiado las relaciones con el sujeto hasta el punto de que el hombre es considerado y tratado como objeto. El hombre es cosificado y reducido a un mero factor económico (Guardini, 1981, p. 208) y es puesto, con todo lo que es y tiene, a disposición del dominio del poder (Guardini, 1981, p. 213).

5.5.3. La relación del hombre con la naturaleza

Francisco (2015, n.106) advierte que esta visión totalizante y dominadora de la técnica ha modificado también las relaciones con la naturaleza. Antes, la naturaleza era considerada como un don del creador del que el hombre recibía lo necesario como extendiendo la mano; ahora es vista en términos de apropiación y explotación. Antes, la actitud del hombre era la de mero receptor; ahora, en cambio, es de violencia, explotación y estrujamiento. Antes, buscaba conocer la naturaleza respetando sus ritmos y consciente de sus límites; ahora, ignora la realidad que tiene delante y su conocimiento está basado en la mentira de la disponibilidad infinita de los recursos de la naturaleza.

En la misma línea, Guardini (1981, p.84) afirma que la introducción de la tecnociencia basada en conocimientos científicos que el hombre medio no domina ha provocado que las relaciones con la naturaleza estén mediatizadas a través del cálculo y el aparato. De considerar la naturaleza como madre, donante bondadosa, suministradora de riqueza, se ha pasado a considerarla un ente extraño manteniendo una relación de desconfianza porque el hombre se ha desilusionado y ha perdido el sentido de veneración hacia ella (Guardini (1981, pp. 72-73). De reconocer un orden sabio en la naturaleza que le proporciona armonía ha pasado a no sentirla como norma válida. De un conocimiento intuitivo y una relación vivencial se ha pasado a una relación mediatizada por la técnica y a un conocimiento abstracto y matemático. De ser hogar, refugio, casa común, la naturaleza ha pasado a ser lugar y objeto de una tarea dominadora y explotadora. De una actitud de respeto y alegría (Guardini, p. 231) se ha pasado a una actitud de control de todos sus elementos y de indiferencia hacia lo que le puede suceder. De considerarla un don se ha pasado a concebirla como un cúmulo de materias primas y energías que hay que acumular y dominar (Guardini, 1981, p.231).

Para Heidegger, si lo propio de la técnica es provocar, se modifican las relaciones del hombre con la naturaleza que ahora estarán presididas por la “provocación” para que libere energías y así manipularlas y acumularlas (Heidegger, 1997, p.123). El paso de una técnica meramente instrumental a una técnica provocadora es lo que ha modificado esta relación. En la técnica antigua, más instrumental, la técnica se servía de la naturaleza, pero no la provocaba. La técnica moderna, sin embargo, ha impuesto su acción a la naturaleza. Por ejemplo, el Rin, tan cantando por la poesía alemana, ya no es visto poética o artísticamente, sino que es visto como cúmulo de energías y posibilidades para una central hidroeléctrica. La técnica no es puesta en el río, sino que el río es puesto al servicio de una central hidroeléctrica hasta el punto de que el río deja de ser río y se convierte en proveedor de corriente eléctrica (Heidegger, 1997, pp. 123-124).

6. Claves educativas del cambio de paradigma.

Francisco (2015, n.215) afirma que “la educación será ineficaz y sus esfuerzos serán estériles si no procura también difundir un nuevo paradigma acerca del ser humano, la vida, la sociedad y la relación con la naturaleza”. En las siguientes líneas analizamos los pasos y claves educativas para lograr dicho cambio.

6.1. Ante la encrucijada. Educar para ser responsables del mundo

Es posible este cambio de paradigma. El concilio afirmaba que “el género humano puede y debe perfeccionar su dominio sobre las cosas” (Concilio Vaticano II, 1965, n. 9). En la misma línea Pablo VI (1971, n.19) afirmaba que “jamás en cualquier otra época había sido tan explícito el llamamiento a la imaginación social”. Francisco, por su parte, desarrolla una respuesta educativa a este paradigma dedicándole un capítulo de la encíclica Laudato Si’.

Para Francisco, la respuesta al paradigma tecnocrático debe ser integral de modo que englobe cambios individuales (formas de pensar, estilos y hábitos de vida, conversión ecológica) y sociales (cambios de producción, de consumo, de planteamiento económico y político). Habla de avanzar en una valiente “revolución cultural” (Francisco, 2015, n. 114). La gente es consciente de vivir una situación de encrucijada y de que es necesario cambiar de rumbo a partir de nuevas convicciones, formas de vida y actitudes que suponen un importante desafío educativo (Francisco, 2015, n.202).

En la misma línea se orienta la educación propuesta por la filosofía personalista. Mounier reconocía que la educación no está finalizada a hacer ciudadanos, o profesionales, sino que su misión principal es despertar seres capaces de vivir y comprometerse como personas (Mounier, 2002, 437) y, por tanto, preparar a las personas a ejercer su libertad y no tanto a una preparación meramente técnica (Rojas, 2017, 157). Para el pedagogo personalista, Luigi Stefanini, la pedagogía moderna debe oponerse a esta funcionalización o instrumentalización del individuo, que él mismo se ha autoimpuesto, de modo que suscite en él a la persona (Passaseo, 208). Edith Stein, significaba que los fines de la educación son desarrollar la dimensión espiritual del individuo y capacitarlo para vivir en libertad. Para esto, sus fuerzas no puede ejercerlas al mismo tiempo pues el utilizar unas resta fuerza a las otras (Vera, 2020). Por eso, podríamos deducir, que el incidir tanto en la capacitación técnica y profesional podría desorientar la educación de lo que le es específico, el desarrollo espiritual del hombre y la formación de su libertad. La filosofía personalista se opone, por tanto, a las tesis de la educación contemporánea, dominada por el paradigma tecnocrático, según el cual la educación está al servicio de los valores económicos y técnicos, favorece un excesivo individualismo y la absolutización de la libertad (Miasik. 2019, 103).

Al final de su obra El Ocaso de la edad moderna, Guardini afirmaba que “el sentido de una época cultural reside en producir la forma de existencia y la actitud ética humana que exige la historia en cada ocasión” (Guardini, 1981, p.148). ¿Qué nos exige la historia en esta época caracterizada por el aumento del poder? Su respuesta es: asumir el riesgo. El conjunto de la vida del hombre debe ser visto de nuevo y ordenarse de nuevo. Sería la hora en que “la pedagogía asumiera la tarea de educar para habérselas rectamente con el poder, para responsabilizar al hombre ante todo aquello que es capaz. Un momento en el que se constituyera un arte de regir la existencia que supiera que la ordenación de la vida ha de ser cumplido por el hombre mismo” (Guardini, 1981, p.163). Y se pregunta, ¿estamos educando para un correcto ejercicio del poder? El peligro está en que el hombre desconozca lo que pasa y no sepa qué hacer absteniéndose de cualquier acción y deje que las cosas sigan sucediendo (Guardini, 1981, p. 219). Ante este peligro es posible una respuesta optimista y que la libertad y la responsabilidad del hombre conduzcan a la humanidad hacia derroteros positivos (Guardini, 1981, p. 225).

Para Heidegger, también es posible un principio de salvación. Para él, salvar es reconducir a la esencia y, por tanto, es a partir de la propia esencia de la técnica de donde llega su principio salvador. En la esencia de la técnica está su peligro y su salvación (Heidegger, 1997, pp. 139-140). La esencia es lo que permanece y lo que permanece en la técnica es lo que está dispuesto para ser provocado que es su mayor peligro. Pero añade, la esencia no es sólo aquello que siempre permanece sino también en lo que siempre se confía. (Heidegger, 1997, pp. 142-143). Esa confianza en el hombre que puede hacer uso adecuado de la técnica es el principio de salvación. La salvación está en considerar la esencia de la técnica en vez de quedar embelesado por ella, reconocer su ambigüedad y la posibilidad de ejercer el poder reteniéndolo y no solo ejerciéndolo violentamente (Heidegger, 1997, pp. 145).

Esta idea también es afirmada por Guardini: el “nuevo hombre” capaz de sujetar el poder sobre la técnica debe tener una relación originaria con ella y saber que la cultura futura no será la cultura del bienestar sino del dominio y de la responsabilidad. El burgués, que desencadenó este inmenso poder en la edad moderna so pretexto de bienestar y seguridad, se refugiaba en el anonimato, pero el nuevo hombre debe poner en primer lugar la responsabilidad por el mundo que surge y tener una relación originaria con la técnica, conocerla y moverse espontáneamente dentro de ella (Guardini, 1981, p. 242).

Guardini (1981, p. 243) afirmaba que el nuevo tipo hombre debe tener conciencia de ser responsable del mundo, ser capaz de conocer el peligro, desistir de la fe ciega en el progreso y del optimismo fanático que le hace sentir que las cosas siempre pueden ir a mejor que es el dogma de la modernidad. El nuevo hombre es consciente de que las cosas pueden ir a peor pero también de que el mundo está en manos de su libertad y por eso se siente responsable del mismo. Esa sensación conjunta del peligro y la responsabilidad suscitarán el amor y la ternura en el nuevo tipo de hombre (Guardini, 1981, p. 243).

6.2. Cambio de estilos de vida: Del bienestar consumista a la sobria y humilde sencillez de vida

La educación que propone Francisco es creadora de hábitos que nacen de nuevas convicciones y de nuevas actitudes. Francisco analiza con detalle en qué consiste ese cambio de estilo de vida. Se trata de convencerse de que “menos es más”: menos consumo, menos ansiedad, menos soberbia se traduce en más felicidad, más paz, más fuente de gozo.

Para Francisco el estilo de vida actual está caracterizado por la obsesión por el consumo, el bienestar y la calidad de vida. La libertad se ha reducido a libertad para consumir y ha provocado que el hombre moderno sea muy individualista y autorreferencial. Esta actitud egoísta, materialista, centrada en la obtención del propio placer ocasiona hastío en el corazón y caos social. Un cambio en los estilos de vida haría presión sobre los poderosos, sobre los que tienen la capacidad de tomar decisiones y el poder político para utilizar el poder convenientemente. Otra consecuencia del actual estilo de vida es que el corazón se distrae, vive descentrado y disperso. Se pierde la capacidad de contemplación y de agradecimiento. El hombre moderno vive con ansiedad enfermiza, lo que provoca actitudes violentas y agresivas (Francisco, 2015, nn.203-206).

Frente a este panorama, Francisco propone un modo alternativo de entender la calidad de vida mediante un estilo más contemplativo, austero, sobrio y sencillo. Ante la dispersión del corazón propone hacerse presente en cada cosa. Ante la multiplicación de los deseos, propone la humildad, la sobriedad de vida y la capacidad de gozar con poco. Ante la esclavitud del tener y consumir, la fuerza liberadora de la sobriedad. Para Francisco, todo comienza dentro de uno mismo. La paz interior ayudará a vivir un estilo de vida más equilibrado, a favorecer la capacidad de contemplación, de admiración y a saber escuchar la voz de la naturaleza. (Francisco, 2015, nn. 222-227). Igualmente, Mounier proponía la “pedagogía del acontecimiento”; es decir dejar que el acontecimiento ordinario tal como se presentan en la realidad, tan desvalorizado por las filosofías contemporáneas, eduque. Para ello es necesario afrontarlo desde el interior ejerciendo la capacidad de reflexión (Sáez, 1981, 456).

Heidegger, afirmaba igualmente, que ante la capacidad provocativa del poder que la técnica ha dado el hombre es necesario ejercer la virtud de la humildad. La salvación del poder dominador de la técnica acontece en lo humilde, en la capacidad de retener ese poder (Heidegger, 1997, p. 146).

Tanto Francisco como Guardini coinciden en que la gran aportación de la espiritualidad y la revelación cristiana al problema del poder es la virtud de la humildad. Esta virtud que para la mentalidad moderna es significado de decadencia, de debilidad, de pobreza vital, es, ahora con el cristianismo, sinónimo de fuerza (Guardini, 1981, p. 190). En Jesús, la aceptación de la forma de siervo no es debilidad sino fuerza. La redención, es un nuevo comienzo y para Guardini, “este comienzo está ahí y nada podrá borrarlo. Pero en qué medida se realice es asunto de cada individuo y de cada época. La historia comienza de nuevo con cada hombre y, en cada hombre, con cada hora. Por ello también la posibilidad de empezar de nuevo en cada momento, partiendo del comienzo que aquí ha sido establecido". (Guardini, 1981, p.195). El nuevo tipo de hombre, protagonista del cambio de paradigma, debe tener para Guardini un sentido de la ascética “no hay dominio del mundo si antes no hay dominio de uno mismo” y no existe grandeza humana que no esté basada en el dominio de sí mismo (Guardini, 1981, 245). Este nuevo tipo de hombre deberá ir más allá de la inmediatez de sus propias inclinaciones y aceptar el sacrificio y el dolor mismo que, aceptados interiormente, transforman al hombre.

6.3. Apertura, solidaridad y cuidado

Francisco considera que una de las consecuencias más graves del consumismo al que aboca la práctica del paradigma tecnocrático, es la cerrazón y el aislamiento, el vaciamiento del corazón y la infelicidad de la persona. “La obsesión por un estilo de vida consumista, sobre todo cuando solo unos pocos pueden sostenerlo, sólo podrá provocar violencia y destrucción recíproca” (Francisco, 2015, n. 204). Frente a ese individualismo cerrado Francisco propone salir de sí mismo hacia el otro. Y afirma que “la actitud básica del autotrascenderse, rompiendo la conciencia asilada y la autorreferencialidad, es la raíz que hace posible todo cuidado de los demás” (Francisco, 2015, n. 208). En su propuesta educativa expuesta en Laudato Si’ advierte que es necesario recomponer el equilibrio roto en las relaciones humanas a través de la solidaridad (Francisco, 2015, n. 210). El nuevo estilo de vida implica “capacidad de convivencia y comunión”, gratuidad y fraternidad universal (Francisco, 2015, n. 228) y la promoción de la cultura del cuidado (Francisco, 2015, n. 231).

Martin Buber es el filósofo personalista que aporta al ámbito pedagógico la introducción del principio dialógico, por el cual, para ser un “yo” necesitamos ser ante un “tú”(Buber, 1995, 13) y el que más ha contribuido a la educación para el cuidado (Vázquez, 2013, 144). Buber desmitifica la idea característica de la pedagogía moderna que considera que la educación debe construir personalidades autosuficientes y autónomas, que se valgan por sí mismas (Vázquez, 2013, 144). Esta pedagogía ensalza la autonomía, la autosuficiencia, el éxito individual como resultados loables de la educación y considera que la persona madura es la que es autónoma. Sin embargo, para la educación para el cuidado fundamentada en Buber, la madurez se alcanza con la responsabilidad generosa ante la propia vida y la de los demás y en participar activamente en la búsqueda del bien común. La verdadera autorrealización no es la autoafirmación sino el compromiso y la responsabilidad hacia el otro reconocido como un Tú (Vázquez, 2013, 154-155). Buber supera las dos grandes ideologías del momento: el individualismo porque no glorifica la soledad y considera al hombre como ser vinculado y el colectivismo porque no dispensa al ser humano de la responsabilidad respecto a su propia vida. La existencia humana es la presencia de un tú ante un yo que me obliga a una responsabilidad con el otro en cuanto otro, en su ser único y total (Vázquez, 2013, 145-147). La educación para el cuidado concibe al ser humano como ser vinculado con necesidad de responder a sus inquietudes vitales y las de las personas con las que mantiene relaciones de confianza mutua. La construcción de la identidad personal sólo se realiza con la participación y el diálogo con los otros (Vázquez, 2013, 148-149).

La educación para el cuidado describe el encuentro entre el que recibe el cuidado y quien cuida como una relación de influencias recíprocas. La relación influye tanto en el que recibe el cuidado como en quien lo ofrece. Reciprocidad no significa simetría en el servicio o en dar para que me des sino en reconocer por parte de quien recibe el cuidado a la otra persona y reconocer que ambas están conectadas (Vázquez, 2013, 150-151).

Por su parte, Guardini (1981, p.246), considera la camaradería hacia los demás hombres como un signo característico del nuevo hombre capaz de dominar el poder. Será consciente de que se debe vivir la solidaridad, de que deben trabajar juntos como compañeros en lo mismo, buscando lo mismo y promover el sentido de pertenencia y de vinculación social. Y en otra de sus obras afirma que el gran valor del futuro es la solidaridad. En ese sentimiento de masa del hombre actual, puede sentirse solidario con los demás, a partir de su reivindicación por ser persona y reconquistar los valores humanos de la bondad, el saber y la justicia (Guardini, 1981, p.82).

6.4. Actitud de contemplación y belleza

El cambio de paradigma necesariamente debe suponer un cambio en la mirada con el que el hombre contempla el mundo y la naturaleza. Esa mirada se enturbió cuando la técnica se puso por encima de la naturaleza. El hombre moderno ve al mundo y a la naturaleza como fuente de energía, de fuerzas acumuladas que le pueden servir para crecer en riqueza y en poder. Su mirada es fría, calculadora, utilitarista, que persigue estrujar y explotar los recursos naturales. Como afirma Francisco (2015, n. 34), “parece que queremos sustituir una belleza irreemplazable e irrecuperable, por otra creada por nosotros”. La mirada del hombre debe ser educada, debe ser más contemplativa, admiradora de la belleza, asombrada por la pureza de las cosas. El hombre, debe acercarse a la naturaleza “con apertura al estupor y a la maravilla” (Francisco, 2015, n. 11). Esa belleza, no es sólo física, sino también trascendente, espiritual, la otra belleza de un nuevo estilo de vida, de su adaptación, el encuentro y la ayuda mutua (Francisco, 2015, n. 150). “Prestar atención a la belleza y amarla nos ayuda a salir del pragmatismo utilitarista”. Es necesario aprender a detenerse para contemplar las cosas de otra manera, “para percibir y valorar lo bello” (Francisco, 2015, n. 215).

Como hemos visto, Heidegger (1997, pp. 143-145) afirmaba que la salvación de la técnica está en su misma esencia que es ambigua y, por tanto, capaz de bien y de mal. En Grecia, la tekné podría entenderse como técnica propiamente dicha pero también como arte. Salvar a la técnica, es volver a ese sentido originario de la técnica como arte, como desocultar la verdad no de forma provocativa sino aportando belleza (Heidegger, 1997, p. 147). La esencia de la técnica no es lo técnico, lo productivo sino el arte y la belleza. En la misma línea, Francisco (2015, n. 103) considera esta ambigüedad de la técnica que no sólo produce cosas útiles, sino que también “es capaz de producir lo bello y de hacer saltar al ser humano inmerso en el mundo material al ámbito de la belleza” y así, “se da el salto a una cierta plenitud propiamente humana”.

Por su parte Guardini (1981, p. 151-158) considera que la cultura actual requiere un elemento contemplativo que forje la interioridad de la persona. Ese nuevo tipo de hombre que puede producir el cambio deberá forjar una actitud contemplativa que requerirá liberarse de la prisa (Guardini, 1981, p. 254).

6.5. Espiritualidad, conversión y religión

Para Francisco (2015, nn. 216-221) el cambio de paradigma requiere recomponer la relación con Dios. Implica, por tanto, poner el foco en la vida espiritual y en lo que él denomina una conversión interior y ecológica. Para él la religión es clave en ese cambio de paradigma porque aporta convicciones, motivaciones y actitudes con las que liberarse de las cadenas del paradigma tecnocrático. El cristianismo tiene mucho que aportar en ese intento de renovar la humanidad (Francisco, 2015, n. 216).

Guardini (1981, pp. 130-134) describe la tarea del cristiano en el mundo actual y su papel en el cambio de paradigma. Si la cultura actual se caracteriza por el riesgo, como hemos visto, la fe cristiana subsistirá en medio de ese contexto de riesgo. Para él, la vida cristiana deberá tener un sello especial de “confianza y fortaleza” (Guardini, 1981, p.117). Confianza en Dios que no abandonará al hombre, pero también confianza en el hombre que debe ejercer la responsabilidad ante el mundo. “El mundo se ha convertido en la tarea del cristiano” (Guardini, 1981, p. 133). El nuevo tipo de hombre debe vivir la obediencia a Dios. Sólo podrá sujetar el poder si lo hace desde Dios (Guardini, 1981, pp. 244-245). La obediencia, como la de Jesús, es el antídoto a la autonomía del hombre respecto a Dios. El hombre debe ejercer su dominio respondiendo a Dios de esa forma, el dominio se transforma en obediencia y en servicio. No debe erigir autónomamente su propio mundo sino completar el mundo según la voluntad divina (Guardini, 1981, p. 183).

7. Conclusión

La técnica no es neutral porque pone a disposición del hombre un inmenso poder que le afecta intensamente. Lo ejerce y lo sufre. El hombre es a la vez sujeto y objeto del poder. Sujeto sobrepasado por el poder mismo que desiste poco a poco de ejercerlo hasta convertirse en objeto susceptible de manipulación por ese mismo poder. La técnica no es neutral porque no está al servicio del hombre, sino que se presenta con afán de provocar a la naturaleza y al mismo hombre y se impone como absolutismo tecnocrático y paradigma dominante y exclusivo que no admite alternativa. Desde la forma en que pensamos y percibimos la realidad, hasta nuestros sueños y horizontes.

Se erige como la gran esperanza del ser humano, el remedio a su búsqueda de felicidad, bienestar y seguridad. Se impone como criterio exclusivo e indiscutible de comportamiento, nos impone su valoración sobre las personas según criterios económicos de marketing y publicidad. Nos transporta por un tren de vida dominado por la ansiedad y el estrés que nos impide pararnos, pensar, contemplar, meditar. Invade con sus criterios de eficiencia y utilidad la vida económica, buscando el crecimiento a toda costa sin reparar en las desigualdades; por una vida política, como ámbito de reivindicaciones personales e individuales alejadas del bien común. Una vida social sin vínculos que nos unan y convertida en suma de individualidades aisladas y desconectadas. La técnica, definitivamente, no es neutral. Considerarla así, como afirma Heidegger (1997, p. 113), impediría ver el problema y tomar las decisiones adecuadas. El modo en que vivamos el futuro y la suerte de la humanidad dependen de cómo ejerzamos el poder sobre ella.

Esta visión, por la cual toda la esperanza de realización humana se ha puesto en la técnica, ha quedado desacreditada. La gran promesa de la modernidad no se ha cumplido. El progreso por el progreso ni nos ha hecho más felices ni nos ha solucionado los problemas. Las desigualdades siguen y las injusticias continúan. Los peligros del medio ambiente, evidenciados por Francisco en la Laudato Si’ son un aviso claro que no podemos seguir por el mismo camino, que es necesario un cambio de paradigma. Guardini (1981), ya lo afirmaba, la edad moderna está en el ocaso y se vislumbra una nueva época que necesariamente ha de caracterizarse por el dominio del poder mismo. Ese cambio de paradigma, esa transición de época sólo puede darse con el ejercicio consciente y responsable de la libertad humana. No existe un determinismo histórico. El cambio social y de época que se vislumbra tiene que ser antes recreado en el interior del hombre. El cambio de paradigma requiere una conversión personal como paso previo al cambio social y estructural. Por eso, es necesario decodificar el paradigma tecnocrático, ir descomponiendo paso a paso, pieza a pieza, los lastres que la modernidad nos ha dejado, quedarnos con lo bueno y rechazar lo nocivo.

Evidentemente el hombre moderno no está preparado para ejercer este poder y, sin embargo, lo seguimos teniendo. El cambio de paradigma no significa alejarnos ni desistir de él sino en asumir su riesgo. Como decía Guardini (198, p. 100), la cultura del futuro será la cultura del riesgo. La solución es saber ejercerlo, preparar al hombre de hoy y de mañana a someter el poder, dominarlo y orientarlo para el bien de la humanidad. La solución se debe producir desde la técnica y el poder mismo. Por tanto, como afirmaba Guardini (1981, p. 163), la cuestión de la técnica se ha convertido en una cuestión educativa. Pero, ¿está la educación actual preparada para enseñar a dominar el poder? ¿Está ofreciendo una visión crítica del paradigma tecnocrático y denunciando sus abusos? ¿Está proporcionando criterios nuevos distintos al éxito por el éxito, la eficiencia o la utilidad? ¿O está siguiendo los mismos criterios del paradigma tecnocrático reduciéndose a un sistema más, abducido, como todos, por procesos técnicos y burocráticos? ¿está ofreciendo alternativas y formando en las mismas? Son preguntas que nos plantean que, tal vez, el primer cambio de paradigma debe darse dentro de la educación modificando el modo en qué educamos y el para qué educamos. Es momento de pensar en los fines y no en los medios y plantearnos en serio el papel de la escuela y de la universidad en este cambio de época.

Esa labor de deconstrucción pasa, en primer lugar, por ensalzar al hombre por encima de la técnica. Si la técnica moderna ha convertido al hombre en un esclavo, el primer paso es liberarlo, haciéndole consciente de su valor y de su dignidad por encima de cualquier cosa, instrumento o proceso. La técnica se ha convertido en tirana porque el hombre ha sucumbido a su poder y a su encantamiento y no ha utilizado sus capacidades para orientar a la técnica que de dominada ha pasado a dominadora. El primer paso es pasar de un antropocentrismo desviado, desconectado de Dios y de los demás, ingenuo e iluso, a un antropocentrismo centrado que recomponga al hombre en su verdadera esencia y valor.

Son necesarios cambios de criterios y de formas de pensar. En la escuela y la universidad actual, además del conocimiento científico, es necesario promover las humanidades, enseñar a pensar y ofrecer un juicio crítico ante el paradigma dominante. Es necesario proporcionar nuevos criterios que guíen el comportamiento humano. Pasar de los criterios de utilidad, eficacia, eficiencia, éxito, crecimiento económico, rentabilidad, a criterios como la gratuidad, la justicia, el bien común y la solidaridad y la ética del cuidado.

Igualmente, formar en la sobriedad y austeridad de vida. Si la cuestión es enseñar al hombre a ejercer el poder, debe ofrecerse una formación que eduque en la fortaleza de carácter para no ser dominado. Si quiere dominar la técnica, el hombre debe primero dominarse a sí mismo. Debe estar despierto y velar por no sucumbir al encantamiento seductor de la técnica y saber orientarla al bien.

La solución al problema de la técnica debe generarse en la esencia de la misma técnica. No es volver al estado de naturaleza, ni considerar negativa la técnica, sino saber que dentro de ella hay una posibilidad de reorientación. La ambigüedad y ambivalencia de la técnica es su salvación. Es posible resaltar su dimensión estética y favorable para todos los seres humanos. Es necesario pararse y contemplar. La educación debe favorecer estos momentos dejarse cautivar por la belleza de la naturaleza, escuchar su voz y utilizar la técnica para el servicio y elevación del hombre.

Por último, es necesario recordar la importancia de los valores religiosos en este cambio de paradigma. Guardini proponía que el cristiano del futuro debe hacer del mundo su tarea. No se trata de huir del mundo ni del poder sino hacerse cargo de él con responsabilidad, sin abandonarlo a esas fuerzas anónimas que al final lo vuelven contra el propio hombre.

Como afirmaba Guardini (1981), la Edad Moderna toca a su fin y se abren nuevos caminos. Los sumos pontífices de los últimos tres cuartos de siglo han reconocido que la humanidad se encuentra en una encrucijada en estos momentos cuya pregunta decisiva es hacia dónde queremos ir y qué queremos hacer con este poder que hemos obtenido. No podemos seguir por el mismo camino pues esto llevaría a la propia destrucción de la humanidad. “El paradigma tecnocrático, como paradigma, está acabado, aunque todavía seguirá embistiendo por inercia, como un robot descontrolado, como un gigante sonámbulo. Pero el camino hacia un mundo nuevo está abierto. Y seguirá abierto” (Piguem, 2018, p.185).

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Información adicional

Información autor:: Profesor adjunto de la Universidad Cardenal Herrera-CEU, CEU Universities. Profesor de Doctrina Social de la Iglesia y de Educación en la Universidad CEU Cardenal Herrera desde 2006 a la actualidad. Coordinador del máster de formación del profesorado de secundaria desde 2009. Fue secretario académico de la Facultad de Humanidades de dicha universidad (2012-2017) y secretario en Valencia del Instituto de Humanidades Ángel Ayala (2017-2019). Entre sus publicaciones, cabe reseñar: (2014). Argumentos bioéticos en el pensamiento de Joseph Ratzinger. Cuadernos de bioética, 25, 221-230; (2019). La educación recibida y pensada por el joven Giovanni B. Montini. Estudios Eclesiásticos, 94- 368, 145-184; (2022). Educar desde, en y para la libertad. Un análisis desde la historia de la educación y la filosofía personalista. Quién. Revista de filosofía personalista, 15, 45-65.

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